sábado, 23 de julio de 2011

El fin de los tiempos

por Daniel Link para Perfil

El Papa negro acaba de anunciar, ante el Congreso de los Estados Unidos, que el tiempo se acaba: "No tenemos más tiempo para embarcarnos en gestos simbólicos". Mientras Atenas, Roma y Madrid se precipitan al abismo y Londres espera su propio derrumbe, Washington titubea ante la fenomenal contracción del tiempo mesiánico. Hace poco más de dos años, yo recordaba, en esta misma página (el 28.03.2009), mientras el FMI se preparaba para "salvar" a un país europeo de la "crisis" (que es, por cierto, una guerra solapada, una guerra civil mundializada) y el presidente de la Unión Europea advertía que el presidente norteamericano “no es el Mesías”, que, aunque el Papa negro no fuera tampoco el Anticristo, de todos modos convenía colocarse en situación de "día después de mañana", porque si, como parece, el tiempo (del capitalismo) se reduce radicalmente, la condición mesiánica de los tiempos (que establece una zona absolutamente indiscernible entre este mundo y el futuro) supone una radical transformación particular de todas las relaciones jurídicas.
¿El capitalismo se contrae? Más bien parece una contracción de parto de la que nacerá un monstruo todavía más incivil y menos gobernable, un mundo más injusto en donde la ciudadanía será sistemáticamente expoliada para favorecer a los usureros del mundo. Políticas de reducción de gastos, austeridad:
eso se dice. En realidad se trata de la más formidable transferencia de recursos del sector productivo al sector financiero de la que se tenga memoria. No en vano el presidente del apocalipsis insistió en que su país “saldrá fortalecido de la crisis” a poco de asumir. Entonces parecía que le habían servido la debacle para que fortaleciera lo que se quería fortalecer (la lacra del mundo) y debilitar todo lo otro (lo viviente). Hoy no es tan seguro que, una vez liberada la Bestia de las cadenas que la atenazaban, vaya a quedar algo en pie, una vez que su furor se haya aplacado. Tal vez la China, ese Oriente insondable que no tuvo su Hegel ni, por lo tanto, "final de la historia" que le marcara el paso, tenga la varita mágica de nuestro futuro.
¿Cómo nos aconseja operar la vocación mesiánica? Como, en rigor, nos vuelve inoperantes, nos lleva a asumir la forma del
como no (el vaciamiento y la nulificación de todas las divisiones jurídico-fácticas). No contemplar el mundo como si estuviera ya salvado, sino contemplar la salvación mientras se pierde en lo insalvable: así de complicada es la llamada mesiánica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Se puede decir entonces que estamos viendo la tercera guerra mundial?