martes, 20 de octubre de 2015

Dicen que...

“Suturas. Imágenes, escritura, vida”, de Daniel Link

por Diego De Angelis para Los Inrocks

“Último envío de un libro que no ha cesado de escribirse con el tiempo”, anuncia Daniel Link al comienzo de Suturas. Imágenes, escritura, vida, un excepcional –casi monstruoso– ensayo con el cual concluye –y concluir aquí no deja de ser una mera suposición– la trilogía inaugurada en Clases. Literatura y disidencia (2005) y continuada luego en Fantasmas. Imaginación y sociedad (2009). Un anuncio que encierra los fundamentos de un proyecto crítico notable. Porque hay desde luego una continuidad, pero que no se reduce a un conjunto de libros, sino a un régimen de escritura que se presenta maníacamente seriada y, por lo tanto, infinita.
Es posible apreciar en Link, en su escritura, una obsesión por sostener, a través del tiempo, y “en medio de una marea implacable y confusa de sentido”, un discurso, un continuo de ideas, hasta las últimas consecuencias. Una escritura que obedece a una lógica que él caracterizará como paranoica, pues persistirá reactualizándose en su búsqueda por interrogar para definir un presente –el nuestro– amenazado por una profunda crisis constitutiva, puesta en escena a partir de un urgente proceso de transformación –que Link no tardará en homologar, por su radicalidad, con los cambios ocurridos en la posguerra y en la década del sesenta, provocado principalmente por la emergencia de las nuevas tecnologías. Nos encontramos frente a una nueva era: “Nuestras sociedades han dejado de ser hoy sociedades políticas: son algo completamente nuevo, para lo que carecemos de una terminología apropiada y que por lo tanto nos obliga a inventar un pensamiento nuevo y una nueva estrategia”.

Porque la situación de lo viviente es, sin lugar a dudas para quien escribe con una voracidad compulsiva, el principal y casi único objeto del que debe ocuparse, en última instancia, la crítica. Hacia allí se dirige su práctica de la escritura: hacia la interrogación de los puntos de sutura –zona ardiente de la crisis– entre la antigua cultura letrada y las llamadas ciberculturas.

En primer lugar, Link establecerá aquello que el proceso de transformación supone e involucra necesariamente: un nuevo paradigma crítico. Nuevas formas de leer que denominará posfilología y diagramatología. Esto es, un nuevo orden de lectura que prescinda de una concepción del tiempo homogéneo y lineal y que Link sospechará –porque de eso se trata, de sospechar modos alternativos de análisis– en un corpus descomunal de textos que son, esencialmente, “fragmentos de experiencias”. Y la experiencia por antonomasia que le permitirá inaugurar –y en el mismo gesto, fundamentar estructuralmente– su recorrido será, por supuesto, Borges, el objeto “natural” de la crítica y la cultura argentina. La pregunta por uno de los procedimientos que rigen su escritura y que motivará el desafío que justifica su atención pasa por la posibilidad de entrever en sus relatos siempre otra cosa, un resto imposible de definir que traducirá, allí donde el sentido pareciera haberse escapado, una inscripción del futuro. Link identificará también en Borges otra operación textual que reflejará especularmente su propia propuesta. La repetición y la serialización como principios de composición. La multiplicación de textos sería una de las posibilidades del arte. El ensayo de Link –dividido en cuatro partes: “Umbral”, “Imágenes”, “Nombres”, “Escrituras”– se presentará bajo la estela de ese mismo procedimiento, a partir del cual buscará indagar alternativamente las fuerzas constitutivas que sustentan distintas textualidades –sobre todo, las que han quedado “al borde del camino”– para reconocer, mediante nuevas hipótesis de lectura, lo viviente.
Link se detendrá, por ejemplo, en la obra de Ricardo Rojas, insoslayable organizador de los estudios literarios argentinos, para subrayar su comprensión de la literatura como potencia –y no como forma– de desclasificación. Comprensión que manifiesta un a priori de la producción ensayística linkiana: la materia de la literatura es la vida y, por lo tanto, la preocupación más importante del crítico reside en saber interrogar –saber leer– el modo en que es posible articular la vida con la escritura. En “Imágenes”, a partir de algunos videos de YouTube, Link interroga la potencialidad del dispositivo que ha modificado profundamente las condiciones de vida del ser humano. A causa de su ubicuidad, YouTube se ha convertido en el gran museo de lo vivo y de lo muerto, en un reservorio ilimitado de imágenes que complejizan el vínculo entre la memoria y el olvido, que pone en crisis las nociones de obra y autor. En “Nombres”, enfocará su atención en la producción artística –literaria o cinematográfica– de ciertos autores que, por la calidad de su escritura y el alcance de su perspectiva, lo han interpelado. Establecerá, por ejemplo, un contraste entre los ángeles de un film de Wenders –Las alas del deseo–, que deciden abandonar su lugar en el cielo para integrarse al mundo, y los fantasmas de una novela de Aira, ángeles tercermundistas que resuelven, ante un mundo que consideran ofensivamente vulgar, desaparecer. Perspectivas que encarnarían alegóricamente soluciones –políticas– contrarias respecto a la posición del escritor –y de la literatura– frente a la realidad que observan. Y por último, en “Escrituras”, Link estudiará a aquellos escritores que revelan una voluntad por experimentar con el lenguaje para formular un pensamiento que reniegue de cualquier pretensión de normalidad o transparencia discursiva y que logre expresar una realidad desconocida. Así, se ocupará de registrar en Jean Genet una escritura cuyo carácter anacrónico promovería paradójicamente la posibilidad de leer lo que no espera ser leído. A su vez, reivindicará la prosa ensayística de Eduardo Grüner, quien mediante el uso frecuente del entrecomillado y la cursiva pretende forzar el lenguaje a fin de configurar un saber que descubra el misterio del futuro.


La materia de la literatura es la vida y, por lo tanto, la preocupación más importante del crítico reside en saber interrogar –saber leer– el modo en que es posible articular la vida con la escritura.

La tarea que Link se propuso antes y se propone ahora desarrollar no cesa, no evidencia límites. Más bien acontece, se inscribe cada vez, en el tiempo. Precisamente porque la crisis –ese “ruido ensordecedor”– aún no ha cesado, ni siquiera se ha establecido. En ese contexto de interrogación, en esa compleja y paradójica trama de mutaciones desbocadas, Link intentará vislumbrar lo que todavía vive. Porque la situación de lo viviente es, sin lugar a dudas para quien escribe con una voracidad compulsiva, el principal y casi único objeto del que debe ocuparse, en última instancia, la crítica. Hacia allí se dirige su práctica de la escritura: hacia la interrogación de los puntos de sutura –zona ardiente de la crisis– entre la antigua cultura letrada y las llamadas ciberculturas. Es justo ahí donde podrá descifrarse lo que está por-venir. La cicatriz que en secreto esconde la marca de lo nuevo.

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