martes, 8 de mayo de 2018

Tarifazo, inflación y corrida, verdad y consecuencia


El ministro de Endeudamiento y Comisiones, Luis Caputo, dijo que “el movimiento del dólar no nos agarra desprevenidos”. Salvo que el prevenido Caputo se refiriera a sus negocios personales, cuesta encontrarle sentido a su frase. La cotización había cerrado el jueves 3 a 23,5 pesos. El viernes, el gobierno anunció una batería de medidas de emergencia antes de la apertura de los mercados, lo cual indica que se quedaron trabajando de noche, conducta muy poco PRO. Cotejadas con los documentos oficiales, las palabras del ministro muestran su verdadera índole: una mentira más para salir del paso, especulando con la corta memoria de quienes escuchan y con la escasa profesionalidad de los medios de mayor penetración. Chequeado ni se enteró de la historia del bote en Pilar.
El cuadro que se ve a continuación muestra las proyecciones sobre la cotización del dólar realizadas por el ministerio de Hacienda en el presupuesto 2018.

Caputo dio un salto en el tiempo de tres años, hasta 2021, cuando un dólar costaría algo menos de 22 pesos. Los anuncios sobre la reducción del déficit no son menos fantasiosos: hasta ahora el macrismo lo ha incrementado y para que se note menos, no computa como tal el creciente pago de intereses por los créditos contraídos desde 2016. Ni siquiera es creíble que de verdad se proponga bajarlo, ya que, junto con la inflación, constituyen la justificación y el instrumento para profundizar la redistribución del ingreso en contra de los trabajadores, que es su único programa real. En esto coinciden todas las fracciones del capital,  como se vio en la declaración firmada por las grandes cámaras patronales en apoyo del tarifazo y el ajuste. La curiosidad de que la Asociación Empresaria, la Sociedad Rural, la UIA, la Cámara y la Bolsa de Comercio coincidan en un mismo texto con varias asociaciones de fachada del Episcopado Católico, con la rama fundamentalista de las iglesias evangélicas (ACIERA), el Centro Islámico y la DAIA, evoca las solicitadas Somos Derechos y Humanos que se organizaron desde el Estado en 1979, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos vino a investigar los crímenes del Terrorismo de Estado. Macrì siente que es su poder lo que se ha puesto en juego.
¿Quién podría tomar en serio cualquier afirmación de este equipo económico o de su responsable? Sólo es recomendable decodificar cada gesto con al menos dos columnas: cuando dicen tal cosa, quieren decir tal otra.

Medidas de emergencia

El Banco Central forzó a los bancos privados a vender dos tercios de su tenencia de dólares, para reforzar la oferta pero sin su intervención directa; llevó la tasa de interés de política monetaria a 40% y la de pases a siete días a 47%, el tercer aumento en una semana, niveles incompatibles con la inversión productiva pero muy propicios para el carry trade. El Poder Ejecutivo postergó obras públicas por unos 3.000 millones de dólares para reducir el déficit fiscal por encima de lo previsto; ratificó la meta de inflación del 15% anual (!) y dijo que no buscaría más deuda en dólares en lo que queda del año. Con todo eso, el dólar apenas bajó a 22,28 en el cierre del viernes 4. Es decir que la mayor presión del ajuste anunciado, apenas alcanzó para estorbar la espiralización de la corrida, sin que nadie pueda asegurar qué ocurrirá la semana próxima. El Financial Times en un artículo de John Authers se preguntó por una posible nueva crisis de los mercados emergentes, empezando por la Argentina. Cualquiera sea la apertura de los mercados del lunes, está claro que en el corto plazo podrá reanudarse el pedaleo de la bicicleta financiera, pero en un piso superior: mayores ganancias en dólares en plazos más breves. La sofisticación de los grandes inversores los cubre de riesgo, porque al mismo tiempo de cambiar sus dólares a pesos para comprar LEBACs, compran dólar futuro, con lo cuál se aseguran un tipo de cambio que justifique la jugada.
Esto implica volver al 27 de diciembre, antes de que Marcos Peña Braun corriera de un codazo a Federico Sturzenegger y asumiera el comando de la política monetaria, recalculando las metas de inflación. Pero con un deterioro muy superior al de entonces, porque propios y ajenos ya han visto la incompetencia de los distintos ministros y la incongruencia del cuadro general; la elección aceptable del oficialismo en octubre quedó en el pasado remoto; la inflación sigue disparándose sin atender a los tranquilizadores diagnósticos oficiales y el gobierno arroja al fuego la nafta del tarifazo, mientras se apresta para batallas legislativas y sindicales que ya no está en fuerza para dar. Dilma Rousseff salió asombrada de la sede de la CGT el 1º de mayo: mientras su conducción declamaba su solidaridad con la ex presidente brasileña y con el detenido Lula (en vez de organizar una movilización en la Argentina que debilitara al principal aliado de los gorilas brasileños), los dirigentes intermedios que colmaban el salón vivaron varias veces a Cristina y sin que nadie los instara entonaron el otro hit del bienio: “Vamos a volver”.

Foto: Twitter de Dilma Rousseff
Todo esto ocurre en el preciso momento en que comienzan a cumplirse los avisos del último año sobre el incremento de la tasa de interés de Estados Unidos. El resultado es la agonía del declamado gradualismo y la opción por el ajuste puro y duro que Christine Lagarde insinuó en su tierno coqueteo con Dujovne. El único conejo que el gobierno aspira a encontrar en la galera son los 2.000 millones de dólares que espera obtener de inversiones en rutas por peaje con el sistema de participación pública y privada, y que se estirarían a 7.000 en 2019. El resultado será ruinoso para el país pero en condiciones extraordinarias para los contratistas (sobreprecios sin control porque se consideran asuntos entre privados, garantía estatal y tribunales extranjeros para zanjar la controversia) y en un plazo que al gobierno no le preocupa porque otro deberá cargar con las consecuencias, cuando estos años sean recordados como otra más de las pesadillas que el neoliberalismo nos legó. El histórico vicepresidente ejecutivo de Sideco Americana y SOCMA, especializado en rutas, realiza el sueño de la Patria Contratista, sin dejar de autodenominarse transparente (dime de qué alardeas y te diré de qué careces).

Los nervios de Nicolás

El presidente cree (o lo simula) que “antes nos estábamos enterrando y ahora estamos creciendo. Pensamos que íbamos a poder bajar la inflación mucho más rápido, pero igual la estamos bajando”. Nicolás Dujovne aconseja “ponernos menos nerviosos cuando se mueve el tipo de cambio” [cosa simple para quien como él tiene sus activos en el exterior] aunque “la inflación tarde un poquito más en bajar”. Hemos tenido muy buenas noticias esta semana, emitió con su mejor cara de piedra Marcos Peña Braun. Vengo a traer tranquilidad a los argentinos, dijo Elisa Carrió. Es decir, una vieja melodía: quién vio alguna vez un dólar, el que apuesta al dólar pierde y el que puso dólares recibirá dólares.
Como en el peronismo de los años ’50, en los finales de la dictadura, del alfonsinismo y de la primera Alianza, y en el segundo mandato de Cristina, la restricción externa golpea a la economía argentina. Restricción externa es la locución que describe la insuficiencia de divisas para atender las principales necesidades de la economía, que se cubre con endeudamiento. Cada vez que se cortó el financiamiento externo de esos desequilibrios se produjo una hecatombe.
Pero en este caso el Banco Central aún tiene reservas y las fuerzas que presionan sobre las cuentas nacionales fueron desatadas en forma deliberada por el gobierno, que hoy se sorprende por las consecuencias de sus actos. La descomunal deuda contraída no sólo compensó la falta de dólares genuinos por exportaciones. También se utilizó para financiar gastos en pesos, ante la resignación de ingresos por reducción y eliminación de retenciones a los exportadores. Esto puso en movimiento la bicicleta financiera de las LEBAC, para retirar de circulación el papel moneda emitido para comprar los dólares prestados. Al mismo tiempo, el gobierno desmanteló todas las regulaciones establecidas en el mercado de cambios por el anterior gobierno y que permitieron capear casi una docena de chubascos previos, como explica en otra nota de esta edición Sebastián Soler.
Una diferencia con los casos anteriores es que la envergadura del tsunami actual supera todo lo conocido. Otra no menor es la que separa a quienes niegan el problema con palabras tranquilizadoras de aquellos que lo exponen con nitidez ante la sociedad, como hicieron Perón en el siglo pasado y Cristina en éste. Los primeros descargan las consecuencias sobre los más vulnerables y sólo se preocupan por la rentabilidad del capital. Los segundos intentan proteger dentro de lo posible la producción y el empleo. Los lectores de una de las principales revistas económicas del mundo lo supieron desde el primer día. En un artículo publicado por Fortune la semana de la elección presidencial de 2015, se lee que con asesoramiento ecuatoriano “Macrì se presentó como alguien mucho más moderado de lo que probablemente sea, y obtuvo el apoyo de electores que de otro modo podrían temer el retorno de los años recesivos previos a los Kirchner. (…) La liberación del tipo de cambio que dejó de lado el mercado negro podría ser un gran paso adelante. Pero mucho depende de cómo se realice: si provoca un salto inflacionario y el gobierno no hace nada para proteger a los trabajadores y los pobres, estos podrían perder mucho. (…) Dada su ideología hay serio riesgo de una espiral descendente de austeridad y recesión, como la que el país sufrió de 1998 a 2001. Si la devaluación acarrea inflación, las cosas podrían ser aún peor”. (Por qué la victoria de Macrì es una mala noticia para la Argentina, 24 de noviembre de 2015.)

Después de perder en pocos días 12 por ciento de las reservas, aumentar tres veces la tasa de interés y aún así conceder una devaluación del peso del 20 por ciento, a Macrì sólo se le ocurre anunciar que vetará el proyecto que modera el aumento de tarifas si el Congreso lo convierte en ley. Nunca antes fue tan evidente que no entiende lo que está sucediendo y no puede explicar qué relación hay entre el aumento de tarifas de servicios públicos y la cotización del dólar. La brújula ideológica que lo orienta en medio de una tempestad lo conduce cada vez más rápido y sin control a un acantilado.
Lo único sincero que expuso el Poder Ejecutivo en estos días fue que en torno de las tarifas se libraba una batalla cultural, aunque no es seguro que todos la entiendan del mismo modo. Esto causa alguna perplejidad en parte de la base electoral de la alianza gobernante, que tarda en descubrir que el discurso oficial no guarda contacto con las decisiones políticas que se adoptan en la realidad, ni se lo propone. Para el gobierno se trata de proclamar la distancia entre clases y sectores sociales, entre ricos que gozan y pobres que deben resignarse. Cambiemos considera que la compra de dólares por quienes pueden pagarlos es un derecho humano, pero el acceso a la electricidad, el agua y el gas no.
La combinación de la sequía con la autorización para ingresar los dólares percibidos por la cosecha en cualquier momento, agrava la situación. La estimación de la cosecha de cereales y oleaginosas se ha reducido en forma significativa: casi 25 millones de toneladas menos que en la cosecha pasada, que a los precios actuales arroja una diferencia negativa de unos 8.000 millones de dólares, con lo cuál el déficit comercial de este año puede pasar de los 10.000 millones de dólares. Las estimaciones de las entidades agropecuarias son que los precios internacionales mejorarán en el tercer trimestre, lo cual significa que en los próximos meses no habrá grandes liquidaciones.

El proyecto del PAK

Las distintas vertientes del PAK (Peornismo Anti Kirchnerista) acordaron retrotraer las tarifas a los valores de noviembre último y no admitir nuevos desfasajes con los índices salariales, en caso del consumo residencial, y con el índice mayorista de precios para PYMES y empresas recuperadas. El kirchnerismo decidió apoyar esa tímida restricción para hacer sentir al gobierno y a la sociedad que es posible poner algún límite. Macrì fulminó la idea como una insensatez, anunció que vetará la ley si no logra impedir que se sancione y reiteró que se mantendrá este aumento y los programados para lo que le resta del mandato presidencial porque es el único camino serio. La debilidad del proyecto, preparado por el FR de Sergio Massa, favoreció la operación del gobierno. Como la fuerza del ex intendente de Tigre no tiene gobernadores, fue incapaz de prever que la reducción del IVA impactaría sobre la veintena de jurisdicciones que no gobierna Cambiemos. Con o sin IVA, los aumentos siguen quedando fuera del alcance de sectores medios y bajos y de las pequeñas industrias y comercios, que no tienen dónde apretar y sólo les queda la liquidación y el cierre. Por eso, el principal valor de la sanción legislativa reside en el mensaje político. Como dijo con una metáfora inquietante el ex viceministro a cargo de la renegociación de la deuda externa hace tres lustros, Guillermo Nielsen, “al gobierno comenzaron a entrarle las balas”.
El gobierno explica el empecinamiento en el tarifazo por la necesidad de eliminar subsidios y reducir el déficit. Ése es uno de los indicadores que contemplan los prestamistas para decidir si renuevan los créditos y a qué tasa, o si aprovechan la liberalización total del mercado de cambios y levantan el figurado vuelo hacia la calidad, es decir hacia los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que es como tomarse un descanso reparador luego de una excursión agotadora al mercado emergente más rendidor pero inquietante del otro mundo. La insistencia en la reducción del consumo energético con los ridículos avisos en los que Macrì recomienda abrigarse como Piñera, es una oda al subdesarrollo, ya que como indica el Programa de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano, ese indicador muestra una fuerte asociación positiva con el consumo energético. Bajar la palanca no lleva a Noruega sino a Kenia.

La demonización de los subsidios a la energía también pasa por alto que son mayores en los países de más alto desarrollo; la comparación con Chile o Uruguay oculta que la Argentina está cerca de la autosuficiencia energética mientras los vecinos son importadores de casi todo lo que consumen, y que las matrices de consumo de cada uno son distintas.

Fuente. OETEC.

Fuente. OETEC.
Pero hay otra motivación que no puede ignorarse: así como los que negocian el endeudamiento son operadores del mercado financiero especializados en la fuga (como el ministro de Finanzas, primo del hermano de la vida del Presidente), los accionistas de las empresas energéticas beneficiadas, generadoras y distribuidoras, forman parte del círculo íntimo presidencial: Nicky Caputo, Marcelo Mindlin, Rogelio Pagano, John Lewis, Guillermo Reca, entre otros, cuya rentabilidad y capitalización crecen con cada aumento de tarifas. Además, Edenor debía el año pasado al Estado 10.367 millones de pesos y Edesur 16.434 millones, por compra de energía, por acuerdos de financiamiento con CAMMESA y por sanciones ejecutadas por el Ente Regulador, una inmejorable fuente de financiamiento para las empresas. Por la mitad de eso, el empresario patagónico Cristobal López no puede dormir en su casa.

El último orejón del tarro

La batalla cultural enunciada por Macrì se libra en todos los terrenos. Las cinco jurisdicciones que gobierna la Alianza Cambiemos están entre las que pagan salarios docentes inferiores al promedio nacional y cuatro de ellas integran el lote que concedió menores incrementos a sus maestros en 2017. Esa política se continúa este año, cuando la gobernadora bonaerense María E. Vidal se niega a aceptar las propuestas de los trabajadores de la educación e incluso dejó a una delegación bajo la lluvia sin permitirle ingresar a la gobernación para entregar una nota. Tampoco se trata de una herencia que el actual gobierno intente corregir. Por el contrario, las dos jurisdicciones que gobierna el PRO y dos de las tres con gobernadores de la UCR están entre las que menos incrementaron los salarios docentes en 2017, a pesar de que dos de ellos recibieron las mayores transferencias de recursos por parte del gobierno nacional.

Los datos surgen de un relevamiento realizado por una universidad privada (Belgrano) bajo la dirección de un ex ministro que se desempeñó bajo tres dictaduras militares (Alieto Guadagni), incontaminado con el temible virus del populismo. Según ese informe sobre los salarios docentes, los que se pagan en la Argentina son la mitad del promedio que perciben los maestros en los países de la OCDE, pero también están muy por debajo de los de países de la región, como Colombia, Costa Rica, Chile y México.
Esto desenmascara las frases de manual con que el gobierno presenta lo que llama su política educativa, que no es tal, sino la intención de reducir costos, privatizar funciones y reducir la enseñanza a unas pocas operaciones básicas, acordes con la reprimarización de la economía y el rol subordinado que se reserva a la mano de obra. En esta misma edición, Jorge Aliaga escribe sobre el cierre del programa Conectar Igualdad, uno de los tantos derechos que hoy se consideran lujos superfluos.
La cuestión es saber si el temor a perder el empleo obrará como disuasivo para que salgan a la calle quienes padecen las consecuencias o será otro de sus motivos. En uno o dos miércoles, la Cámara de Diputados tratará el proyecto de ley contra el tarifazo, que luego pasaría al Senado. Si ambas cámaras lo aprobaran, Macrì debería decidir si lo veta. Esas fechas, o tal vez el 25 de Mayo, pueder ser escenario de una movilización unitaria, al estilo de las de diciembre del año pasado o el 21F. En la combinación del Congreso y la calle está el secreto de cómo enfrentar con éxito la batalla cultural.



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